Después del cáncer, la vida no es igual, pero viene a ser lo
mismo. Así acaba el cómic Alicia en un mundo real, de Isabel Franc y Susanna Martín. (perdón por el spoiler)
Mi vida está en eso, ahora.
Como una goma estirada que cuando la sueltas vuelve dando
bandazos a su posición de partida. O como despertarse de un sueño profundo y
que sea martes y te prepares el mismo desayuno para volver al mismo trabajo, la
misma gente, el mismo horario.
Cuando el médico en la consulta te invita a sentarte, cierra
tras de si la puerta y sacando unos papeles del sobre dice “tengo malas
noticias” empiezas a sumergirte en unos estados mentales que van desde el “esto
no puede estar pasando”, al “que no sea
grave, que no sea grave”, pasando por “¡cuando
acabará todo esto!” Y, finalmente, “¡quiero que vuelva mi vida! mi normalidad...”
Entre medias, hay un punto en el que piensas que has sido la
elegida, como si hubieras sido tocada con alguna varita mágica, seleccionada
entre un millón de candidatas. Tú entre todas.
Y entonces te sientes especial.
Es un pelín perverso, lo sé, pero la mente fabrica ese tipo de pensamientos
porque necesita creer que hay un plan preestablecido donde todo lo que se está
pasando tiene un sentido. La idea de que Alguien más grande que tú tiene un
plan exclusivo para ti -aunque tú no sabes cual es-, te relaja. Dejas de
focalizar la energía en lo mucho que te duelen las articulaciones y empiezas a
elucubrar "¿Cuál será el plan?", "Igual me tengo que tomar las cosas de otra
manera", "¡esto tiene que servir para algo! En cuanto esté bien ¡Voy a cambiar!"
y lo crees firmemente e incluso te haces un plan que prometes seguir a
rajatabla.
Pero luego vas recuperándote, vas cogiendo fuerzas. El pelo
crece, el veneno se va. Te acostumbras a la cicatriz. Te sientes pletórica,
llena de energía por todo el cariño que has recibido....
Poco a poco vas dejando
de ser ese ser especial que tenía tantas cosas que cambiar y te acomodas en la
inercia de la cotidianidad. Ya has luchado bastante en la enfermedad ¿por qué
luchar más? Para cambiar ¿qué? ¿Qué era? Ya ni siquiera te acuerdas.
Vuelves al punto en que estabas antes de la visita al
médico. Más consciente de la futilidad de la vida, pero al mismo punto de
partida.
La goma que se había ido estirando recupera en un zis zas su
tamaño original.
No es igual que al principio -se ha dado un poco-, pero en
definitiva, viene a ser lo mismo.
Rosso